Desarrollo en la adultez

Dentro del desarrollo humano encontramos el período de la adultez, que es descrito a a partir de las complejas demandas psicosociales a las que se enfrenta el adulto o a los cambios fisiológicos que experimenta, más que desde la perspectiva de sus características psicológicas propias y distintivas de otras etapas del ciclo vital (Hansen, 2003)
La adultez es una etapa donde el ser humano se convierte en una persona más centrada y consciente de sus acciones, lo que implica que en esta etapa las personas deberían de tener más definida y estructurada  su noción del sí mismo (Baron y Byren, 1991, citado en Hansen, 2003) que consiste en todo conocimiento, emoción y actitud que tenemos sobre nuestro propio ser como individuos funcionales únicos, pues constituye un proceso identitario que se conforma con el paso del tiempo, y esto es lo que le brinda cierto equilibrio en su vida. Aunado a este concepto se considera al autoestima, el autoconcepto e identidad.
El momento en que un individuo es considerado adulto, varía significativamente a lo largo de la historia de la humanidad. No obstante, es posible diferenciar al menos dos sub etapas de la adultez: adultez temprana o juventud (20 a 40 o 45 años) y edad adulta media o madurez (40 o 45 años hasta 65), durante esta etapa un adulto normal debe ser capaz de  amar y trabajar, para poder llevar a cabo este proceso debe de estar en interacción con otras personas, la unidad básica del sistema social es la diada o la relación entre dos; a partir de estas interacciones la persona obtiene información y ayuda de los demás, aprende de sus propia cultura e historia, e identifica y elige pareja merced de la interacción social (Catersen, 1992 citado en Hansen, 2003), así con los demás contribuye al desarrollo y mantenimiento del sentido de sí mismo, se ofrece compañía o a alguien en quien se pueda confiar.  El apoyo social consiste en intercambios interpersonales que ofrecen el afecto positivo, la afirmación y la ayuda, contribuyendo con el bienestar y la satisfacción en la vida (Kahn, Wethington e Ingersoll- Dayton, 1987 citados en Hansen, 2003).
Existe un enfoque que ofrece una perspectiva del ciclo vital sobre el desarrollo de los lazos afectivos. En este existirá un apego o deseo de estar con la otra persona y al amor romántico que promueve el apego entre parejas sexuales adultas con probabilidades de volverse padres de un infante que necesitaría de su cuidado (Cicirelli, 1991, Hazan y Saber, 1987 citado en Hansen, 2003). Además el rol del amigo estará presente de manera voluntaria y se rige por la congenedad de intereses y actividades.
Al abandonar el hogar se establece socialmente una identidad adulta inicial, una mayor complejidad de los roles adultos y la dificultad de prepararse para ellos, el desgaste de los sistemas de apoyo, y el creciente acceso a comportamientos que son arriesgados y constituyen incluso una amenaza para la vida (Hansen, 2003). 
En la adultez se presentan diversos cambios a nivel físico, dentro de los cuales encontramos las arrugas o el adelgazamiento de la epidermis, además el sistema óseo desde los treinta años la cantidad de hueso que se reabsorbe comienza a ser mayor que el que se sintetiza y pierde fuerza,  a esto surge la osteoporosis y la osteoartritis que degenera las articulaciones, y en casos como de adultos fumadores se presenta enfisema pulmonar. El sistema inmunitario también se ve afectado, ya que la hormona timosina comienza a  atrofiarse en etapas tempranas de la vida, disminuyendo el suministro que para los 60 años es indetectable en el cerebro. Por otra parte, los cambios en el sistema reproductivo son diferentes de acuerdo al género, en los hombres los niveles de testosterona bajan con la edad sin afectar la fertilidad, pero si la potencia. En el caso de la mujer la menopausia constituye ue ocurre entre los 45 y 55 años y si afecta la fertilidad. El cambio en la capacidad sensorial afecta la velocidad del procesamiento de información con la edad y esta podría verse más afectada si se daña las señales visuales y auditivas, que llegan a confundirse con demencia (Hansen, 2003).
Por otra parte, el desarrollo cognitivo no termina a una determinada edad y, en cada etapa, pueden surgir nuevas posibilidades, y suponer crecimiento, deterioro o estabilidad, debido a diferentes factores, por lo que es susceptible de modificarse con base en las condiciones de vida y las experiencias, y dependerá del contexto histórico, el grado y curso del desarrollo intelectual, la edad y la cohorte (Hansen, 2003).
La inteligencia (práctica o competencia) consiste en la actividad mental relacionada con el hecho de adaptarse exitosamente al propio entorno, y generalmente es evaluada mediante pruebas de capacidades cognitivas (PCC), éstas miden sólo algunos aspectos de la cognición, y tal vez no sean indicadores adecuados de competencia cotidiana. Por ello se han empleado los estudios transversales y los estudios longitudinales para estudiar el desarrollo en el tiempo, aunque se considera que el mejor diseño combina elementos de cada uno de estos modelos tradicionales (Hansen, 2003). Desde una visión psicométrica se han concebido la inteligencia fluida (mecánica) como la capacidad heredada para pensar y razonar, y la inteligencia cristalizada (pragmática) que consiste en los conocimientos acumulados (Cattell, 1963, Horn, 1982 y Baltes, 1987, Citado en Hansen, 2003).
El potencial decreciente del desarrollo cognitivo adulto tiene como premisa que el envejecimiento está dirigido por un programa genético que socava las funciones conductuales, lo que se ha puesto en entredicho, ya que el desarrollo es un proceso de por vida, plástico, caracterizado por ganancias y pérdidas.
Los primeros estudios transversales de inteligencia psicométrica y los longitudinales actuales, además del efecto de cohorte, sugieren que la mayor parte de las capacidades alcanzó su punto máximo a la mitad de la vida, seguido por una etapa de meseta hasta finales de la sexta y principios de la séptima década de vida, después de los cuales sobrevienen con la edad un deterioro acelerado, cuya magnitud es por lo común pequeña hasta la octava década de vida. Los estudios de la inteligencia fluida evidencian un deterioro continuo que comienza al final de la tercera y principios de la cuarta década de vida, en tanto que los que miden la inteligencia cristalizada muestran evidencias de crecimiento con la edad y de deterioro que empiezan a edad muy avanzada (Hansen, 2003).
Las evidencias acumuladas sustentan el planteamiento sobre el potencial continuo del desarrollo cognitivo en la edad adulta, donde algunas habilidades cognitivas de por vida pueden seguir mejorando con la edad y algunas nuevas pueden surgir. La idea de que los progresos en el pensamiento culminan en la adolescencia con la lógica formal, probablemente haya limitado la comprensión actual del desarrollo cognitivo adulto. Es posible que exista un potencial continuo de desarrollo de otras formas avanzadas de pensamiento. Sin embargo, aún no se delinea adecuadamente su naturaleza ni los factores que promueven o desalienta su aparición (Hansen, 2003).
La perspectiva que los adultos tienen, según el estudio de Zacarés y Serra (1996), acerca de la madurez psicológica es distinguida por los participantes, a través del status del adulto que conlleva el tener determinada edad y desempeñar determinados roles, considerando los factores internos como secundarios en beneficio de factores de estructuración social. El grupo de adultez tardía, muestra un carácter más diferenciado respecto de las creencias sobre la madurez, contrario que los jóvenes adultos necesitan confiar en sus expectativas y estereotipos sobre el desarrollo adulto, los adultos mayores pueden elaborar su visión del curso vital a partir de abundantes experiencias de situaciones, interacciones e incremento de la propia conciencia del yo (Kimmel  1990 citado en  Zacarés y Serra 1996), mientras que  el grupo de mediana edad presenta un perfil en más difuso.

Referencias bibliográficas:
Gorostegui M.E. La adultez. Doc. Slide share.  
Hansen, L.B. (2003) Desarrollo en la edad adulta. México: Manual Moderno
Zacarés, G. J,J. Serra, D,E (1996). CREENCIAS SOBRE LA MADUREZ PSICOLÓGICA Y DESARROLLO ADULTO. Anales de Psicología. Murcia España vol. 12, número 001. pp. 41-60

1 comentario:

enrique ariel 1a dijo...

Enrique Ariel CHale Navarro 1 a yo opino que la adolesencia es una etapa muy importante en nuestra vida